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Leucemia linfocítica crónica

Leucemia linfocítica aguda

Leucemia mielógena crónica

La leucemia mielógena crónica es una patología en la que muchas células madre sanguíneas se transforman en granulocitos (tipo de glóbulo blanco), que son anormales y nunca llegarán a convertirse en glóbulos blancos sanos. Este proceso se debe a una mutación genética en las células mieloides (las células que producen glóbulos rojos, plaquetas, y la mayoría de los tipos de glóbulos blancos (excepto linfocitos)) cuando todavía son inmaduras. Como consecuencia, se forma un gen anormal que convierte las células sanas en cancerígenas. Esto se conoce como cromosoma Filadelfia (cuando parte del ADN del cromosoma 9 se intercambia con una sección del cromosoma 22 y hace que la médula ósea produzca una proteína (tirosina cinasa) que hace que demasiadas células madre se conviertan en glóbulos blancos (granulocitos)), que no se transmite de padres a hijos.

 

Para determinar un tratamiento para la leucemia mielógena crónica, se tienen en cuenta los siguientes factores: edad, fase de la enfermedad (crónica, el 10% de las células sanguíneas son blastocitos; acelerada, el 10-19%; blástica, el 20%), la cantidad de blastocitos presentes en la sangre o médula ósea, tamaño del bazo y salud general.

 

Como principales métodos para eliminar la enfermedad, encontramos: la terapia dirigida, la quimioterapia, la inmunoterapia, trasplante de células madre, infusión de linfocitos o esplenectomía, que consiste en una cirugía para extirpar el bazo.

La leucemia linfocítica crónica es un tipo de cáncer que se inicia con la multiplicación masiva de glóbulos blancos muy jóvenes (linfocitos), que son anatómicamente maduros pero funcionalmente inmaduros. Al tratarse de una reproducción pausada, no se detectan síntomas hasta pasado un periodo de tiempo considerable, en el que las células se habrán propagado a otras partes del cuerpo, como los ganglios linfáticos, el hígado y el bazo.

 

Aunque no se conoce ninguna cura definitiva para esta enfermedad, sí que existen distintos tratamientos que hacen posible su desaparición en algunos casos. Éstos se clasifican en cinco grupos: terapia dirigida, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y quimioterapia con trasplante de médula ósea o células madre periféricas.

 

La terapia dirigida utiliza fármacos para identificar y atacar las células cancerosas específicas, por lo que sus efectos son menos dañinos que otros tratamientos como la quimioterapia y la radioterapia. Ésta comprende tres tipos de terapias: terapia con inhibidor de la tirosina cinasa (bloquea esta enzima, ya que provoca que las células madre se conviertan en glóbulos blancos que el cuerpo necesita), terapia con inhibidor de BCL2 (bloquea estas proteínas, que se encuentran en las células leucémicas, haciendo que se vuelvan más sensibles a otro tipo de medicamentos) y terapia con anticuerpos monoclonales (anticuerpos que se producen en el laboratorio, se adhieren a las células cancerosas y consiguen destruirlas, bloquear su multiplicación o impedir que se propaguen).

 

La quimioterapia emplea medicamentos que destruyen las células cancerosas o impiden su reproducción. Este tratamiento se aplica de forma oral, intravenosa o intramuscular.

 

La radioterapia usa diferentes tipos de radiaciones, como los rayos X, para eliminar las células malignas o detener su multiplicación.

 

La inmunoterapia utiliza el propio sistema inmunitario del individuo para combatir la enfermedad. Este tratamiento se considera un tipo de terapia biológica (tipo de tratamiento en el que se usan sustancias elaboradas por organismos vivos para tratar enfermedades, producidas de manera natural en el organismo o en el laboratorio) en el que se recogen dos métodos: inmunomoduladores (la lenalidomida, que es un tipo de inmunomodulador, ayuda a las células T a destruir las células leucémicas, y se usa en pacientes que han sufrido una recaída o que son resistentes a otro tratamiento previo) y terapia de células T con receptor de antígeno quimérico (se extraen células T del paciente y se modifican en el laboratorio para 9que ataque a proteínas que se encuentran en la superficie de las células cancerosas y se aplican al paciente mediante una infusión).

 

La quimioterapia con trasplante de médula ósea o células madre periféricas se realiza después de terminar el tratamiento de quimioterapia del paciente. Las células madre extraídas de un donante o del propio individuo, congeladas y almacenadas previamente, se inyectan en el enfermo para restaurar las células sanas destruidas como efecto de la quimioterapia.

Hay dos tipos de clasificación de la leucemia, según la velocidad de evolución y el tipo de célula sanguínea afectada.

 

En el primer tipo comprendemos: la leucemia aguda, cuando las células anómalas se multiplican con rapidez, dando lugar a células inmaduras, y requiere de un tratamiento oportuno y agresivo; y la leucemia crónica, en la que las células sanguíneas se reproducen lentamente, produciendo otras más maduras que en la aguda, sin necesidad de un tratamiento urgente.

 

Por otro lado, diferenciamos: leucemia linfocítica, que afecta a los linfocitos, que se encuentran en el tejido linfático; y leucemia mielógena, que perjudica a las células mieloides, encargadas de producir los glóbulos blancos, glóbulos rojos y células que originan las plaquetas.

 

Conociendo estas clasificaciones podemos distinguir cuatro principales tipos de leucemia: leucemia linfocítica crónica, leucemia linfocítica aguda, leucemia mielógena crónica y leucemia mielógena aguda

Tipos de leucemia

La leucemia linfocítica aguda es un tipo de cáncer de la sangre y de la médula ósea, en el que encontramos un exceso de linfocitos. A diferencia de la leucemia linfocítica crónica, esta enfermedad progresa rápidamente y crea células sanguíneas muy inmaduras, conocidas como blastos, que se generan de forma brusca a partir de las células más jóvenes de la médula ósea.

 

En la actualidad, no se ha descubierto una cura definitiva para esta enfermedad, pero los tratamientos existentes causan mejor efecto en niños que en adultos.

 

El tratamiento para este tipo de leucemia consta de dos fases: en la primera se administra quimioterapia, radioterapia, terapia dirigida o trasplante de médula ósea con el fin de destruir las células leucémicas presentes para conseguir la remisión de la enfermedad (disminución o desaparición de los signos y síntomas de cáncer); en la segunda fase, el objetivo es destruir cualquier célula leucémica restante, activa o inactiva, con el fin de disminuir las posibilidades de sufrir una recaída.

 

En la mayoría de casos, se aplica al paciente la terapia de profilaxis del sistema nervioso central, durante ambas fases, ya que la quimioterapia estándar no llega a todas las células leucémicas del SNC, que consta del cerebro y la médula espinal. Esta terapia incluye dosis altas de quimioterapia sistémica, quimioterapia intratecal y radioterapia dirigida al encéfalo, con el propósito de evitar una reincidencia en la enfermedad.

Leucemia mielógena aguda

Este tipo de leucemia se caracteriza por la producción de mieloblastos (tipo de glóbulo blanco), glóbulos rojos o plaquetas anormales, por parte de la médula ósea. A diferencia de la leucemia mielógena crónica, la propagación de esta enfermedad es mucho más acelerada, necesitando así un tratamiento inminente.

 

Al igual que el resto de tipos de leucemia, todavía no se conoce una cura definitiva, pero se utilizan los siguientes tratamientos para ayudar a su eliminación: quimioterapia, radioterapia, trasplantes de células madre, terapia dirigida y, en algunos subtipos, como la leucemia promielocítica aguda, otras terapias con medicamentos. En este último se usan trióxido de arsénico y ácido transretinoico total para destruir las células cancerígenas, interrumpir su multiplicación o ayudarlas a que maduren para convertirse en glóbulos blancos sanos.

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